Las canciones tienen que sentirse. Como un deslizarse en una curva en esquí. Un estribillo de partículas de nieve: te golpea n al pecho y a la cara. Que nunca antes hayas esquiado debería ser indiferente.
A la magia de Pulp o Cerati. A las ganas sorpresivas de cantar. Al aroma a levadura o café invadiendo los espacios. A la acción de dejar la yerba secarse al abrigo del sol. A la manzanilla que florece en el cantero. Al orden imperturbable de las alacenas. A la autosuficiencia de poder ser mi propia compañía. A las amistades que interrumpen mis monólogos interiores. A fantasear en las horas de vigilia. A construir refugios donde puedo descansar en tiempos tan raros.
Lo que callo ahora se oscurece y fusilado el lenguaje s oy gobernada por una soledad de gatos en los techos, un instinto de gaviota volando al basural, un terror a ser carnada fácil de pirañas. Sin pisada asegurada vuelvo a andar al filo del precipicio igual que aquel junio e mpañado de circunstanciales. ¿Olvidar? ¿Ignorar? ¿Evocar? No, caminar hacia atrás con los ojos vendados . Imagen: Ouzo Kim