El abandono no es un buen lugar

No me preguntaste pero acá estoy

aprendiendo de cero

después de que rompiste

mis esquemas.

Hay días donde escalo montañas 

a oscuras

y días en que despierto desnuda,

habito cabañas extraviadas,

voy en busca de lámparas 

o luces de bengala;

señales de vida 

en una tundra helada.

Lo más difícil no es eso, 

es acordarme de ir lento,

es enseñarle a la cabeza y al cuerpo 

a funcionar bajo nuevas reglas. 

Todavía no me sale estar sola,

prescindir de lxs otrxs,

que siguen siendo vos.

Porque te encuentro 

en las asociaciones más insólitas 

pero te empujo con la lengua 

atrás de mi boca;

te sumás a la cicatriz

de las amígdalas 

y dolés igual o más 

en las jornadas de humedad.

Mis huesos te recuerdan,

se abren al vacío turgente

y donde estabas vos

ahora hay un televisor:

Coppola o Wenders en bucle 

disolviéndose de un tirón.

Pero ya no queda tristeza

ni siquiera decepción

o resignación;

ni siquiera un fotograma

de una historia 

que tuvo mucho estruendo

y nada más era 

un epígrafe.




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